1/6/15

El peluquero y la bicicleta de Paquirrín


En la calle principal de Cala en Porter existe una cantidad importante de locales comerciales, muchos de ellos abandonados y sin uso, ésto es sin lugar a dudas un símbolo del cambio de modelo turístico y una muestra más de final de un ciclo.

Uno de los locales de la calle me trae curiosos recuerdos y al pasar por delante la memoria  me teletransporta a mi infancia; años en los que calzaba una sandalias "cangrejeras" transparentes y un bañador de la marca MEYBA muy popular en la década de Naranjito.

El número 23 del paseo Marítimo ha tenido tantos usos como inquilinos, el más repetido fue como tienda de Souvenirs, también sirvió de frutería, local de alquiler de bicis y motocicletas e incluso llegó a ser una peluquería. Entre períodos de uso y desuso también ha tenido cartelería de gran parte de las inmobiliarias locales, ofreciéndolo en venta, traspaso o alquiler.

Aquella época de los '80 vio el auge del modelo "Self Catering" y los complejos de apartamentos turísticos en Menorca crecían año tras año con la aparición de nuevos bloques listos para ser ocupados cada mes de mayo.
En  la Calle Mediterráneo cerca del local; aún quedaban algunos terrenos vírgenes de edificación que poco durarían y reforzando la imagen de una España folclórica, buscando modernizarse y formar parte del "Mercado Común Europeo",  se hallaba en uno de aquellos solares una parada de venta de Sandías, un lugar en dónde grandes oscuras esferas se apilaban ordenadamente y eran custodiadas por el Sr. Bonifacio Rescalvo, quién las vendía reclinado a la sombra del único árbol de la parcela, de dónde colgaba un  cartón malcortado anunciando el precio del día.
Cada día destapaba la paradita de sus plásticos negros para vender aquellas enormemente jugosas y sabrosas sandías.
Recuerdo una tarde en la que acompañé a mi madre a por una sandía, de vuelta paramos en la peluquería.
La  Peluquería de Jesús era pequeña, tenía una zona de trabajo para dos clientes frente a un gran espejo y muy cerca unos asientos de mimbre a modo de sala de espera, ahí me senté mientras atendían a los cabellos de  mi mamá.
Y cómo no hay peluquería que se precie sin revistas del corazón, me entretuve ojeando una de ellas,  tan sólo recuerdo que en portada un niño exhibía contento  su primera bicicleta junto a su orgullosa madre.
Pasaron  los años, los inquilinos y las portadas de revista mientras el sector turístico avanzaba, la vida del joven muchacho también quedaba capturada  de portada en portada.
Ese niño, su madre; quizá las revistas y el sector turístico local no han sabido mantenerse y posiblemente hoy todos viven en más pena que gloria.

El  Sr. Bonifacio dejó de vender sandías, aquella parcela se edificó y la sandía tan grandota que compramos se me calló y bajó la calle rodando y quebrándose dejándonos sin postre en aquella calurosa tarde de verano.


Un año más este local se encuentra desocupado y a la espera de un nuevo uso.

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